martes, 17 de marzo de 2015

PARTICIPACIÓN CIUDADANA

A menudo oímos hablar en los medios de comunicación del papel activo que ha de ejercer la sociedad para lograr salir de la crisis política en la que nos hallamos inmersos.
Una labor de protagonismo ciudadano que ha asumido como suya un movimiento político como Podemos, surgido de las cenizas de la crisis del sistema político.
Una crisis de legitimidad política fruto del agotamiento de un modelo crecimiento demasiado dependiente que se ha venido abajo con la crisis. España durante décadas logró unas elevadas tasas de empleo y crecimiento gracias a un modelo económico que se sostenía sobre tres pilares: servicios, turismo y construcción. Un espejismo sostenido por la capacidad de endeudamiento. Un modelo que funcionaría siempre que el sistema financiero tuviera capacidad de prestar dinero a empresas, ciudadanos y administración. El enorme flujo de dinero, procedente en su mayoría del exceso de ahorro que tenían los bancos alemanes, en lugar de invertirse en la modernización del sistema productivo orientándolo hacia un modelo tecnológico se invirtió en la consolidación de un modelo cortoplacista, pero que generaría elevados réditos electorales. Un pan para hoy y hambre para mañana que se podría traducir en ladrillo, servicios de baja calidad asociados a la demanda y obras públicas. Un modelo que se vino abajo cuando colapsó el sistema financiero que lo sostenía y que arrastró con él a millones de ciudadanos. 
La crisis económica ha venido acompañada de una terrible recesión que ha sumido al país en unos niveles de endeudamiento y desempleo desorbitados. Por si fuera poco, parte de la deuda bancaria ha sido asumida por el Estado. Una decisión irresponsable que sólo puede entenderse como una cesión al  chantaje ejercido por la banca alemana para asegurarse el cobro de sus depósitos. Esta cesión ha desembocado en unos terribles recortes en materia pública y social cuándo más necesarios resultan. Decisión suicida, pues ha hecho tambalear los débiles cimientos de la débil democracia española.
Al descontento ciudadano por los recortes en materia social hay añadir la corrupción generalizada en todas las instituciones del Estado, incluida la hasta ahora intocable monarquía y el desafío soberanista catalán. Este cóctel de crisis económica y política, descontento ciudadano y corrupción institucional generalizada ha devuelto el protagonismo a la acción ciudadana como elemento regenerador del sistema.
Tengo mis dudas respecto a la capacidad regeneradora del movimiento ciudadano, porque mi opinión sobre la participación de la ciudadana en política encierra una relación de amor-odio. 

Considero que el papel activo de la ciudadanía puede resultar muy útil y beneficioso para resolver objetivos a pequeña escala. Un ejemplo de ello sería la utilidad del movimiento vecinal para la defensa de los intereses sociales a través de herramientas como la protesta, esto es, haciendo público el problema al conjunto de la sociedad. Pero a la hora de afrontar problemas de mayor magnitud o más concretamente, a la hora de considerar a la participación ciudadana como un medio para alcanzar el poder o como una alternativa al poder establecido, creo que su capacidad de acción es muy limitada.
Una de las características de las democracias occidentales es la participación activa de su ciudadanía en la vida política, económica y cultural del país. Sin embargo en España, pese a su carácter democrático, nada de esto sucede, ya que son los profesionales de la política, bailando al son que les marca el poder financiero quienes están encargados de la gestión de tales asuntos, restando calidad democrática a la vida del país.
De hecho, una gran mayoría de la población considera que la participación ciudadana se limita a votar cada cuatro años, esto se debe a mi parecer al modelo político y educativo establecido con el advenimiento de la democracia en España, continuista con el régimen anterior, fundamentado en pactos firmados por las élites dominantes, con la ciudadanía como mera espectadora, lo que dio lugar a la instauración en el país de una democracia incompleta, ya que está concebida para estar blindada ante la participación ciudadana , es decir, en el estado español existe un marco institucional ambivalente para la participación ciudadana: por un lado, se afirma el derecho a la participación y se establecen algunos cauces concretos que antes no existían; por otro, el énfasis en la delegación impone unos límites precisos a la participación directa en los asuntos públicos, el ejemplo más claro de esta ambivalencia queda puesto al descubierto con los referéndum y las Iniciativas Legislativas Populares que no poseen carácter vinculante, ya que es el Congreso el encargado de decidir sobre su tramitación. A consecuencia de ésta combinación de factores, España peca de una escasa participación directa de la ciudadanía ya que según algunos autores como Subirats apenas el 22% de los españoles dice estar asociado a algo, y sólo un 12% reconoce tener un papel realmente activo en la entidad a la que pertenece. En otras palabras, el 78% de españoles no entra en la dinámica de la participación activa. 

De tan escasa participación, la mayor parte de la misma se vincula a actividades culturales. Además debemos tener en cuenta el pesado lastre que supuso el franquismo que negó a varias generaciones la formación en cultura participativa, ya que el régimen dictatorial, tal y como afirma Aranguren González, “secuestró toda la vida pública, alejando así todas las preocupaciones colectivas de unos ciudadanos a los que se les pedía que se dedicaran a lo suyo, y el resultado no podía ser otro que la apatía, el desinterés y la desconfianza social, que en nada invitan a la cooperación o al simple intercambio o intercomunicación personal”.
Así pues, los partidos políticos se han convertido en el instrumento fundamental de participación, y éstos se caracterizan por una rigidez jerárquica, el sometimiento a la disciplina de partido por parte sus miembros y a la existencia de alianzas con grupos de poder financiero y mediático, lo que da lugar a redes de clientelismo, corrupción generalizada e inmovilismo político que degenera en pensamiento único, que ha terminado por distanciar a la ciudadanía con respecto a los profesionales de la política.
Como hemos señalado, la participación de la ciudadanía en asuntos de importancia es mínima, algo que les resulta muy beneficioso a las élites políticas y económicas que dirigen el país y controlan los medios de comunicación, producción y el sistema financiero, armas muy poderosas que permiten a esta élite plutocrática acaparar en sus manos todo el poder de gestión política, provocando el desencanto en la ciudadanía y generando la aparición de movimientos ciudadanos alternativos a los clásicos, los denominados “nuevos movimientos sociales” que reaccionan contra el sistema de poder y valores establecido exigiendo una nueva forma de democracia, aquí podríamos encuadrar al movimiento antiglobalización, el 15-M, o las movilizaciones que dieron lugar a la llamada “primavera árabe”, todos ellos exigen objetivos muy nobles, pero que han obtenido unos resultados finales que están muy alejados de los fines perseguidos.   
 
Debido a lo anteriormente expuesto y en relación a la participación ciudadana como alternativa al poder, me encuentro muy cerca de las teorías más críticas con respecto al papel y a la influencia de la participación sobre la esfera política a la hora de la toma de decisiones. Esto se debe a que considero que las actuales vías de participación ciudadana no hace más que mantener el status quo vigente, pues los espacios de actuación a los que se permite acceder a los ciudadanos a través de los mecanismos de participación son meras válvulas de escape a nuestra frustración y siguen estando controlados y manipulados por una minoría, una élite plutocrática que es la que realmente ostenta el poder y que impide el cambio de un paradigma económico basado en la explotación del individuo y del medio ambiente. Un sistema económico que beneficia a una minoría a la que permite seguir manteniendo sus privilegios de élite dominante.

La escasa participación ciudadana en los temas de mayor relevancia se logra conseguir a través de múltiples elementos desincentivadores que sirven para alejan a las personas de la movilización. Todos éstos mecanismos están basados en la estrategia del miedo: horarios infernales, amenazas de pérdida de empleo, hipotecas, sanciones, medios de comunicación al servicio del poder, gente sin capacidad de análisis crítico…Además de todo este cúmulo de circunstancias, existe otro dato objetivo, cuanto más se ha escalado en la pirámide social, más temor existe a perder lo logrado. Por eso los grandes cambios sociales sólo tienen lugar cuándo lo único que se pueden perder son las cadenas.
A mi entender, uno de los principales hándicaps con los que cuenta la participación ciudadana, es que la gran mayoría de la población sólo se involucra en aquellos aspectos que le afectan de una manera más directa. Es decir, los individuos participan de manera muy puntual y siempre guiados por un interés individual. Esto se debe a que realmente sólo existe una minoría de personas proactivas y muy concienciadas, que suelen ser aquellos que promueven y dirigen las acciones de participación ciudadana, y que cuentan con mayor experiencia en labores de organización. Esta mayor participación suele ir relacionada con una mayor implicación política, ya sea en partidos o en sindicatos, por lo que considero que la ideología es una variable muy importante a la hora de tener en cuenta los niveles de participación. Junto a la ideología considero que la otra variable que más influye en la participación es el nivel educativo. Desde mi experiencia, siempre he observado unos mayores índices de participación en aquellas personas que poseen mayores niveles de estudios y relacionado directamente con ello, una mayor capacidad crítica respecto a la versión oficial y el pensamiento único.

Otro de los aspectos negativos inherentes a la participación ciudadana es que los individuos menos concienciados y proactivos tienen poca capacidad de resistencia, ya que esperan ver rápidamente cumplidos sus objetivos y si los cambios no llegan rápidamente, poco a poco van abandonando la esfera de la participación, desilusionados o decepcionados con los logros obtenidos, y es que la participación como mecanismo de cambio social es un largo trayecto, plagado de obstáculos para alcanzar un incierto final. Por último, los mecanismos de participación ciudadana suponen problemas de tiempo y dinero para sus protagonistas, ya que incorporan mayor lentitud en la toma de decisiones, no en vano hay que consultar a más gente y esto supone un incremento de los costes a la hora de tomar decisiones, ya que hay que adaptarse a más puntos de vista para alcanzar una decisión de consenso y además, la participación no incorpora valor añadido a la decisión, ya que el incremento de la participación de la ciudadanía no cristaliza en una mejora del proceso de toma de decisión, todo ello provoca que mucha gente considere que los mecanismos de participación ciudadana no suponen mejoras en la eficiencia y en la calidad del proceso, ya que siguen anclados en las decisiones autoritarias y jerárquicas surgidas al calor de los mecanismos de delegación democrática.
A pesar de tantos y tantos aspectos negativos que rodean a la participación ciudadana en España también hay que constar la existencia de factores positivos en relación al movimiento ciudadano, como el auge de las ONG´s y el voluntariado. Así mismo se está observando un enorme fortalecimiento de la solidaridad ciudadana, hecho que en esta dura época de crisis y recortes en materia social está sirviendo para sostener las necesidades de miles ciudadanos que de otro modo estarían completamente desatendidos y también como un efectivo mecanismo de ayuda para aliviar la tensión social.
Pero, pese a todos los inconvenientes que rodean a la participación ciudadana, quienes están en contra del aumento de la implicación de la ciudadanía en aspectos clave de la vida  política, así como su inconsistencia y su escasa capacidad de decisión lo que realmente esconden tras esa crítica es un enorme escepticismo y muchas suspicacias sobre la propia democracia, ya que la enorme difusión de las nuevas tecnologías de la información y el acceso a una educación de mayor nivel por parte de la población ha generado las condiciones necesarias para que la ciudadanía esté lo suficientemente formada y capacitada para elegir por sí misma.
Por tanto, para vencer esas reticencias a la participación ciudadana es necesario demostrar que participación y eficiencia no se contradicen, sino que son conceptos complementarios y para lograr tal fin es necesario hallar vías o mecanismos de participación que eviten los riesgos existentes y minimicen los problemas anteriormente señalados. 
En España el movimiento asociativo y de participación ciudadana daba la impresión de llevar bastante tiempo adormecido, si exceptuamos Euskadi y Cataluña, pero he aquí que de repente un hecho ha revitalizado todo el espectro de la participación y ha lanzado a las gentes críticas con el sistema a las calles, expresando su descontento con los dirigentes políticos y el sistema económico a través del 15M, el movimiento de los indignados. 
Un movimiento que ha retomando aspectos del movimiento asambleario y que ha tenido a plazas y espacios públicos como lugares de reunión, intentando crear un contrapoder donde la realmente se escuche la voz del pueblo, pretendiendo instaurar la democracia directa. Ciertamente fue una experiencia grata, ver a la gente tomar las plazas y discutir sobre los problemas que nos atenazan y sus posibles soluciones sólo con la fuerza de la razón, la solidaridad entre los participantes, la implicación, la protesta…incluso por un pequeño espacio de tiempo dio la impresión de que los políticos habían escuchado el mensaje de la calle y quedaba una pequeña puerta abierta a la posibilidad de cambio, ya que realmente el poder establecido se sentía amenazado, pero tristemente no fue así y es que la heterogeneidad de los participantes, las diferencias en el seno del movimiento, la instrumentación por parte de algunos partidos políticos y sobre todo la desesperanza al ver que no se lograban alcanzar los objetivos iniciales. La criminalización del movimiento por parte de la policía y los medios llevaron a que el movimiento se difuminara para desaparecer o reinstalarse en los barios, donde el protagonismo y las riendas las seguían llevando aquellos miembros más proactivos o con experiencia en el movimiento asambleario y continuar desde allí con sus actos de protesta y campañas dirigidas a objetivos más concretos como pudiera ser el freno temporal a los desahucios algo en lo que parece han logrado alcanzar un mayor éxito. Ese es el caldo de cultivo en el que se ha gestado Podemos.

Como conclusión, querría señalar que si queremos avanzar en calidad democrática a través de una mayor implicación de la ciudadanía en aquellos asuntos que realmente les incumben, debemos recurrir a la educación como instrumento de transformación social. Por tanto, debería fomentarse la cultura participativa desde los centros escolares, con una sistema educativo que realmente valore los mecanismos de participación y forme a sus alumnos en una educación multidisciplinar, basada en el espíritu crítico y la diversidad, educando en valores universales tan positivos como la solidaridad, la tolerancia, la justicia…Para que los ciudadanos de las próximas generaciones no vuelvan a caer en los mismos errores que nos han atenazado a nosotros y luchen por alcanzar una sociedad futura mucho más justa, democrática, cohesionada y equitativa.
                                         
                                 

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