He de comenzar este post reconociendo
que mi relación con Velvet Underground no fue de amor a primera vista, como sí
me sucedió con otros grupos coetáneos como The Doors. Quizás sea porque la Velvet
no poseía el glamour ni la poderosa presencia escénica de esa “prima donna”
que siempre fue el jodido Jimbo. Quizás también tenga algo que ver en mi tardío
enamoramiento el que no contaran con ningún mártir del rock entre sus filas. Esos cadáveres exquisitos que poblaron el final de década de los sesenta
como Hendrix, la pobre Janis o el granuja de Brian Jones….Tal vez tardé en
encariñarme con ellos debido a que siempre permanecieron ensombrecidos por el
mito del flower power y el verano del amor o sobre todo porque a causa de su perverso universo
lírico su difusión fue mucho más limitada que la de los anteriores. El caso es
que tardé algún tiempo en quedarme pillado de Velvet Underground. Sin embargo, finalmente caí en sus redes. Con ellos
me pasó algo parecido a eso que a veces sucede cuando conoces a una chica en
una fiesta y en ese primer momento apenas les prestas atención, pues son
muchas las mujeres que conoces esa noche y ella no es ni la más atractiva, ni
la más simpática, ni la que más fácil ves que pueda caer en tus redes de
seductor con tendencia al fracaso. Pero para tu sorpresa, cuando llegas a casa te das cuenta de que no puedes quitártela de la cabeza porque tiene algo que la hace
especial: carisma, misterio, oscuridad, savoir faire, clase…llámalo como
quieras, yo lo suelo denominar aura y engloba todo lo anterior. Pues bien, con
Velvet Underground me pasó lo mismo que con ese tipo de chicas. No era la más
atractiva, ni la más inteligente, ni la más simpática, ni la más exótica de esa
fiesta que fue la escena musical norteamericana de finales de los años sesenta,
pero era la que tenía más aura…La que más brillaba en la
oscuridad.
Así que por eso, cuando se trata de hablar de Velvet Undergrund, inmediatamente acuden a mi cabeza dos adjetivos que sirven para
definir a este grupo: mítico y subterráneo. Parecen dos términos contrapuestos,
pero no. En la Velvet se compaginan perfectamente. Mítico, por la enorme
influencia que han tenido en el desarrollo de la música rock y de sus
derivados, siendo considerados pilares fundamentales de estilos tan variados
como puedan ser el punk, el indie, el noise y la no-wave. Subterráneo, por la
oscura temática de sus letras y por su condición de grupo de culto, no en vano
el éxito y el reconocimiento masivo sólo les llegó años después de su
separación. No es de extrañar que esto fuera así. Mientras se mantuvieron en
activo no recibieron el respaldo del gran público porque parecían venidos del
futuro. De un
futuro apocalíptico.
El universo
que muestran las canciones de la Velvet era todo lo contrario a ese paraíso con
el que soñaban sus coetáneos hippies de la costa Oeste. Esos ingenuos melenudos
que, bajo los efectos de un colocón psicodélico de yerba e incienso zen y
seducidos por las filosofías orientales clamaban por la paz, el amor, la
armonía y la era de Aquario…¡¡¡Vaya ostia se
iban a dar!!!
Los
muchachos de la Velvet Underground estaban en otra onda. La Velvet era Nueva
York frente a San Francisco. La inhóspita jungla urbana frente al bucólico
campo. El hastío y la frustración frente a la utopía. La heroína frente al LSD. Eran unos
desencantados antes de que el idealismo hippy sucumbiera al desencanto. Eran oscuros y eran ruidosos. En sus letras no había
espacio para infantiles utopías de paz y amor, sólo había lugar para la marginalidad,
las tinieblas y el desasosiego.
Pero, como
veremos, no hay una única Velvet Underground.
Existen varias. Depende de quién tuviera las riendas sobre el control de la
banda.
Comencemos
por el principio. Velvet
Underground surge de la combinación de inquietudes de dos grandes talentos
musicales. Por un lado, John Cale y por el otro, Lou Reed. Cale viajó
desde su Gales natal a NY para estudiar música clásica y Lou se dedicaba a
componer para un pequeño sello discográfico. Tras conocerse y congeniar,
deciden montar un grupo. Para ello, se harán acompañar de Sterling Morrison y
Maureen Tucker.Tomarán
como nombre del grupo el título de una novela de temática sadomasoquista que se
encuentran tirada en la calle. The Velvet Underground, un nombre que pasará a
la historia…
Con la banda asentada comienzan a
actuar en garitos de NY y en una de estas Andy Warhol está entre el público. Queda tan seducido por su actuación, que se
convierte en su manager y se los lleva a su estudio de arte, la mítica Factory.
Ese estudio era el laboratorio creativo del genio del pop art y también el
punto de encuentro del artisteo y la bohemia de la gran manzana en los sesenta.
Allí compartieron actuaciones, copas, anfetaminas, rayas, chutes y Dios sabe
qué más con la troupe de Warhol. Gente como Nico, Joe Dallesandro, Edie
Segwick, Paul Morrisey, Anita Pallemberg, Candy Darling…y toda esa pandilla de
vampiros adictos al sexo de todo tipo y género, las drogas duras y las emociones fuertes que
frecuentaban la Fábrica. Además de
los habituales, por allí se dejaba caer gente tan selecta como Truman
Capote, Allen Ginsberg, Salvador Dalí, Bob Dylan, Mick Jagger, Fernando
Arrabal o Brian Jones. ¡¡¡Menudas juergas se tenían que
montar!!!
Pues bien,
bajo el auspicio del tío de las litografías, sale a la luz el primer disco de
la Velvet, el de la portada del plátano. Aparece en
1967, en plena orgía hippy y es sencillamente deslumbrante.
Una
perfecta mezcla de tradición rockera y vanguardia sonora. De Rock & Noise. De marginalidad y distorsión. En definitiva,
la síntesis perfecta entre Reed y Cale.
La ópera prima de Velvet Underground se sostiene sobre un deslumbrante equilibrio compositivo. Vanguardia musical obra del galés de la viola eléctrica y letras prohibidas a
cargo del neoyorquino apóstol del malditismo. Eso sí, a ambos les toca tragar con una
imposición de Warhol, Nico. La modelo alemana, a pesar del enfado de Reed,
canta varias canciones y, a mi parecer, les da un toque muy cool. Será por ese sensual
acentazo alemán y esa voz ronca, pero a mí me gusta. Para completar la perfección, la portada corre a
cargo de Andy (Warhol).
Su debut con el paso del tiempo pasará a convertirse en un disco
histórico que les reservará un lugar de privilegio en el panteón de la música y
que les otorgará un ticket para la eternidad. En su primer disco nos encontramos con un sórdido universo plagado de sadomasoquismo,
luces estreboscópicas, látigos y botas de cuero, odas a la heroína, camellos,
mujeres fatales, desviaciones sexuales, domingos de bajón…
La Velvet convierte
al lumpen y a lo marginal en poesía. Lou Reed pasa a ser el cronista de un
inframundo repleto de callejones sucios y malolientes. Por las historias del
primer disco ya desfilan personajes que posteriormente configurarán tanto la
obra de la Velvet, como de Lou Reed en solitario. Un microcosmos nocturno muy
de Beat Generation, poblado de putas, yonquis, homosexuales, transexuales,
camellos, heroína y anfetas. Todo un catálogo personajes desarraigados y
adictos a los paseos por el lado salvaje de la vida. Un espacio vital que hasta
que apareció Lou, había permanecido ajeno al mundo de la música, no así a otras
artes como la literatura. Un mundo de suburbio y perdición, repleto de adicciones,
dependencias y deudas, en el que la vida se abría paso a navajazos.
Poco
después de la publicación de su primer disco logran romper las ataduras que les
unen con Warhol, y libres de las presiones del genio del pop-art, comunican a
la señorita Nico que no cuentan con ella como miembro de la banda. A cambio,
tanto Reed como Cale, ayudarán a la alemana en la composición y producción de
su primer disco en solitario (Chelsea girl).
En 1968,
año rompedor, que presagiaba el fin del viejo mundo y el nacimiento de uno nuevo
más justo, sale a la venta el segundo
disco de la Velvet, White light/White heat.
Durante el
proceso creativo de este disco se rompe el equilibrio mágico sobre el que se
sostiene el anterior LP y aquí no atisbos de rock, ni melodía, ni estribillo, ni nada parecido. Todo
es noise. (Ruido).
White light/White heat
no tiene nada que ver con el primer disco. En los surcos del álbum no hay espacio
para la sensibilidad pop. Es un disco crudo y áspero. Ni siquiera es
comparable, en cuanto a rudeza, a ninguna de las composiciones firmadas por el
galés en el primer disco (Venus in Furs, European son…). Esto es puro desenfreno
sonoro con distorsión a raudales. La temática de las letras, pues más de lo mismo.
Marginalidad a raudales: travestis, anfetas, drag-queens, traficantes, sexo…Innovador e
influyente. Pilar del noise rock, de la No Wave y todo lo que quieras…Para mí, infumable.
Tras la
publicación del disco, el choque de egos y las tiranteces entre el galés y el judío neoyorkino se hacen insoportables.
Reed lanza un últimatum; o él o el galés. La banda decide y Cale abandona el
barco, expulsado por sus compañeros.
Lou Reed se
hace definitivamente con el timón de la Velvet. Tras la marcha de John Cale,
entra Doug Yule al bajo y con esta formación dará inicio la tercera etapa de la
Velvet. Sin las imposiciones de Warhol y sin el vanguardismo sónico del amigo
John Cale.
Una etapa
en la que, con la salida del galés y el protagonismo absoluto de Lou Reed, el
sonido de la banda se dulcifica, pero sin abandonar esa oscuridad corrosiva que
les caracteriza. Así pues, en el
año 1969 publican un disco que lleva por nombre Velvet Underground.
Esta magna obra se destaca por el total
protagonismo en la composición de Reed, tanto en letras como en música. Tras la salida de Cale desaparece la
distorsión y la experimentación sonora que caracterizó la anterior obra de los chicos del terciopelo underground. Las composiciones ganan en sencillez y
el talento compositor de Lou Reed sigue deslumbrando. En los surcos del vinilo
nos encontramos nuevamente con transexuales, pero también con chicas de ojos
claros y con canciones liberadoras. Con cantos al amor, sea del tipo que sea, pero también con
alguna píldora de distorsión y con muy buen rock. Un gran
disco que mezcla melodía, ritmo y sentimiento.
Pero la cosa seguía sin funcionar. En el año
1970 publican Loaded, el último intento de la Velvet por intentar arañar el éxito.
Es el disco
más accesible y comercial. Denostado por los puristas de la Velvet, a veces es mi
disco favorito de la banda Neoyorquina. Otras veces me derrito con su ópera
prima y otras muchas con su disco de 1969. No me acabo de decidir. Depende de
mi estado de ánimo… Gran disco.
A ratos Stoniano. Con un poquito de los Byrds por aquí y algo de Dylan por
allá. Sin molesta distorsión y apenas sin
experimentación. Tampoco hay malditismo lumpen, pero sí mucha más sensibilidad y una melódica luminosidad poco habitual en la
banda. Mucho rock
setentero corre por los surcos de este vinilo, (Sweet Jane, Rock & Roll),
algo de country (Lonesome Cowboy Bill), ritmo y nervio marca de la casa del
terciopelo (Head held high y Cool it down) y alguna balada, más que
épica, premonitoria (Sweet Nothing).
En
definitiva, un discazo. Algo minusvalorado por los talibanes del malditismo
Underground, pero una gran obra con la que se pone fin a la historia de Velvet
Underground.
Posteriormente
grabarán algún directo e incluso algún disco de estudio más, ya sin Reed. Pero para
mí, con Loaded y el año 1970 se termina la Velvet. Poco después comenzaría la
leyenda…
Ellos
fueron los trovadores del NY más canalla. El lado oscuro del sueño hippie.
Tras el
fiasco comercial que supuso Velvet Underground, Reed naufraga en un mar de
anfetas y heroína, pero logrará relanzar su carrera y alcanzar el estrellato.
Para ello se desplazará a Berlín, centro neurálgico de la vanguardia musical del
momento, y renacerá de la mano de Bowie y Mick Ronson. Gracias a ellos publica
una de las obras maestras del Glam, Transformer. Una auténtica joya. Un DISCAZO
con mayúsculas donde continuará desarrollando esa lírica de malditismo y
marginalidad de la Velvet.
Luego se
teñiría de rubio platino y continuaría alimentándose de speed en vena.
Publicará varios discos más (para mí pocos de ellos resaltables, sólo Rock &
Roll Animal y quizás Coney Island Baby, porque Berlín no lo aguanto) y alcanzará el
reconocimiento largamente deseado, y muy merecido, por su etapa en la
Velvet.
Después se
dedicará a vivir del mito y a intentar sobrevivir al mito.
Pero esa es
otra historia…