El mundo del flamenco es como un universo de múltiples
galaxias, cada una de ellas conformada por una gran estrella sol alrededor de la
cual giran múltiples planetas y asteroides.
Muchas veces se ha comparado al flamenco con la música negra
norteamericana, no en vano es la expresión musical de dos minorías étnicas
discriminadas que durante mucho tiempo permanecieron al margen de la sociedad
de los blancos. Las equivalencias son múltiples. El flamenco llegó a España de la mano de una tribu nómada
como la gitana, mientras que la música negra llegó a los USA con los esclavos
que fueron llevados a trabajar en las plantaciones. Por tanto, si el flamenco
podría considerarse el blues de los gitanos, el duende equivaldría al groove y
el góspel sería la música sacra similar a lo que cantan los calé en el culto…. Pues
bien, ese universo resulta totalmente desconocido para mí. Nunca me he sentido
muy atraído por el “quejío”. Soy un profano en lo referido a soleás, fandangos,
tarantos, bulerías, seguiriyas , tangos… y toda esa amplia gama de ramas que
conforman el frondoso árbol del flamenco.
Sin embargo, existe un palo flamenco, considerado como bastardo
por los puristas, al que tengo mucho aprecio y con el que disfruto cantidad. Se
trata de la rumba, que continuando con el paralelismo entre música negra y gitana
sería el equivalente al funk. Ritmo por encima de la melodía. Alegría y baile
desenfrenado. No sé porqué será, (bueno sí que lo sé, es el jodido ritmo), pero
me hace bailar. Me motiva, hace mover mis pies y me pone a dar palmas como sólo
un payo sabe, esto es, a destiempo.
En definitiva a través de este paralelismo entre la cultura
musical negra estadounidense y la expresión musical de nuestra querida etnia,
llegamos a la misma conclusión a la que hace ya bastante tiempo llegó el Gato
Pérez, “gitanitos y morenos son los ases del compás”….
Antes que nada, un inciso. La rumba como tal, es uno de los
múltiples ritmos de raíz afro salidos de la fructífera isla de Cuba. Una de las
pequeñas islas junto con Jamaica, otra isla afro, que más ritmos y estilos ha
aportado al panorama musical mundial. La rumba cubana es tanto un ritmo musical
como un estilo de baile. Para finalizar esta nota aclaratoria comentar que
existen tres formas de rumba cubana: yambú, columbia y guaguancó.
Tras este pequeño paréntesis, que sirve para comprender
mejor la génesis de nuestra popular rumba y su cercanía a los ritmos latinos,
hay que comenzar diciendo que la rumba gitana eclosiona a finales de los años
´60 como una clara expresión del mestizaje barcelonés.
La Ciudad Condal siempre fue una
ciudad cosmopolita. En los oscuros años del franquismo era la ciudad más
abierta y europea de un país encerrado en sí mismo y alejado de Europa. Su
condición de puerto la convertía en la puerta de entrada de gente, modas y
ritmos de llegados de todo el mundo. La rumba nace del choque de dos cálidas
corrientes musicales, la mediterránea y la caribeña. Un encuentro musical
reconducido por el sentir de los artistas de etnia gitana que poblaban los
arrabales de Barcelona. Esto es así ya que, como indicaba anteriormente, la
rumba, ese palo menor, esa hija bastarda del flamenco concebido al calor de
noches tropicales, no deja de ser una peculiar fusión de ritmo afro-latino,
rock y flamenco. Una alegre y
despreocupada expresión musical que te pone a bailar al ritmo de palmas, congas
y ventilador, genial forma de tocar la guitarra combinando melodía y percusión.
Barcelona es la Meca, la Ciudad Santa de la rumba. Porque la
rumba es Barcelona y Barcelona es la rumba. De sus barrios periféricos salió el
triunvirato que sentó las definitivas bases del género: El Pescadilla, Peret y El
Chacho. La paternidad del género se la disputan los tres patriarcas, pero hay
que reconocer que su popularidad llegó a las masas gracias a las actuaciones
televisivas de Peret. De los suburbios Ciudad Condal salieron también los
primeros apósteles que predicaron la buena nueva rumbera como El Noi, Los
Gitanos Polinais, Ramonet, Los Amaya…¡Ah!, y cómo olvidar a la barcelonesa saga
de los Vargas, conformada por el Príncipe Gitano y su hermana La Terremoto,
genial intérprete de rumba psicodélica a la que Lauren Postigo acusaba en
Cantares de haberse dejado seducir por los ritmos sincopados. También surgió de
las calles de Barcelona la figura del Gato Pérez, un argentino que con su
Orquesta Platería combinaba rumba, salsa y jazz, demostrando que los payos
también podían hacer buena música.
Y la rumba, como una fiebre altamente contagiosa, atravesó el
país de mano de la etnia. Llegó a los barrios de todo el país a través
de Los Chichos, pero ésta ya era otra rumba. Más oscura, más marginal, más a pie de calle,
más torturada. Ya no cantaba a la alegría de vivir, ni al disfrute y la fiesta.
La rumba de Barcelona con su aroma latino dejó paso a la rumba de los perros callejeros,
de la cárcel, la heroína, los amores fugaces y apasionados, la delincuencia y
el desarraigo. La banda sonora de los descampados en los que la muerte acechaba
en cada esquina en forma de jeringuilla o de bala perdida. La rumba pasó a ser
la música de la marginalidad lumpen. El ritmo que impulsaba los últimos golpes
del Torete y el Vaquilla, entre navajas, canutos y 124 quemando rueda.
Tras la estela del éxito de Los Chichos surgieron multitud de
grupos que copiaron su estilo. Los más
conocidos Los Chunguitos. Hasta Camarón, en su imperecedera Leyenda del Tiempo
grabó la magnífica Volando voy, inmortal composición de otro gran rumbero, como Kiko
Veneno.
En la historia de la rumba merece un capítulo aparte Miguel
Vargas Jiménez, Bambino. El
Señor de la rumba amarga. Un grandioso cantante que en sus actuaciones
demostraba una intensidad, un desgarro y una pasión cantando por rumbas y
bulerías canciones de desamor, traición y celos como nunca nadie ha hecho. Un
maestro, un grande.
Y la rumba se hizo internacional, porque los calé, como buen
pueblo nómada no entienden de fronteras. Y así saltaron a la fama en la
Provenza francesa los míticos Gipsy Kings. Pero también de allí salieron Manitas
de Plata y El Ricao, que rápidamente pasaron de animar las hogueras en la
festividad de Sara-la-Kali, Santa Patrona de los Gitanos en Saintes Maries de le Mer, a actuar por medio
mundo. Pero antes que los Kings, existía El Gitano Portugués, pionero de la
rumba lusófona, que ya grababa discos antes de que la rumba fuera una moda.
Después llegarían años oscuros para la rumba. Se recuperaría
un poco de la mano del revival protagonizado por Los Manolos y Estopa, para definitivamente
volver a recobrar su raíz mestiza y su ritmo latino a través de los muchos grupos
de fusión perroflautil que la han incorporado a su repertorio: Manu Chao,
Ojos de Brujo, Muchachito Bombo Inferno, Dusminguet, Los Delinqüentes…
La rumba sigue más viva que nunca y si piden mi humilde
opinión, de entre todas las rumbas habidas y por haber, sin dudarlo ni un
instante, me quedo con la primigenia rumba catalana.
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