La semana pasada, el típico día de lluvia y frío en el que
no se te ocurre otro mejor plan para pasar el día que ver una película refugiado
en el salón de tu casa, disfruté de lo lindo con un film del director de cine
brasileño Glauber Rocha.
Glauber Rocha es quizá el máximo exponente de lo que vino
en llamarse Cinema Novo Brasileño, movimiento cinematográfico de los años 60 que
conjuga en un sus obras una mezcla de Neorrealismo italiano y Novelle Vague francesa.
Simplificando, podría explicarse que la obra de Rocha es cine de denuncia
social, rodado en exteriores y con una cierta querencia por el arte y ensayo.
Es decir, una apuesta cinematográfica arriesgada y bastante alejada de los
cánones comerciales, pero con un profundo calado político de cariz marcadamente
marxista.
Pues bien, como iba diciendo, la semana pasada ví una de
sus obras más emblemáticas, Antonio das Mortes. También conocida con un nombre
algo más presuntuoso, pero mucho más revelador de lo que el film iba a mostrar,
El Dragón de la Maldad contra el Santo Guerrero. Se trata de un film que valió a su
director el premio al mejor realizador en el Festival de Cannes de 1.969 y hace
las veces de una especie de continuación de su anterior obra, la emblemática
Dios y el Diablo en la Tierra del Sol.
La película se desarrolla en la región Nordestina del Sertão, una árida zona de Brasil caracterizada por el latifundio, la sequía y
la miseria del campesinado sin tierras. Además, el Sertão también es conocido por ser
el feudo de los cangaceiros, una especie de bandoleros que se oponían al poder
de los terratenientes y que se ganaban la vida asaltando haciendas hasta que
fueron exterminados en los años 30 por el irrefrenable avance del Estado. Ésta
gente contaba con el apoyo de una masa de desheredados que veían como única
salida a sus miserables vidas unirse al cangaço para ejercer presión y reclamar
el reparto de las tierras que acumulaban en su poder los fazendeiros, auténticos
señores feudales del Sertão.
El film narra las aventuras de Antonio das Mortes, un legendario
mercenario al servicio de los terratenientes en su lucha contra los
cangaceiros. Das Mortes es un personaje que melancólicamente deambula de
cantina en cantina contando su triste historia a todo aquel que la quiera
escuchar, porque con el exterminio de
las bandas de Lampiao y Corisco, últimos
líderes del cangaço, su vida no tiene sentido pues ya no tiene enemigos a los
que combatir. Pero todo cambia cuando es contratado por el coronel, un
fazendeiro ciego que reclama sus servicios ante la aparición en su hacienda de
un grupo de campesinos que, dirigidos por un cangaceiro, reclaman pan, tierra y
justicia. En la hacienda también hay un maestro que pasa la mayor parte del
tiempo en la cantina bebiendo y discutiendo de política con el administrador,
pero que también tiene tiempo para hablar a los niños sobre los cangaceiros y
la historia de Brasil. Antonio Das Mortes tras llegar a la hacienda del coronel
tardará muy poco en encontrarse con Coirana, una especie de mesías del Sertao
que habla con parábolas y que se reclama sucesor de Corisco y Lampiao. El
visionario Coirana arrastra tras de sí a una masa de campesinos, negros e
indios. Un heterogéneo grupo de desheredados de la tierra que le siguen y
respetan, abrazando la fe de una especie de culto milenarista transformado en
revuelta campesina.
Das Mortes no tarda en descubrirse ante Coirana como el
asesino de Lampião y Corisco, como el azote de los cangaceiros. El bandido al
escuchar esto le reta a un duelo en el que Antonio Das Mortes derrota a
Coirana, hiriéndolo de gravedad.
Durante la agonía de Coirana Das Mortes tiene varios
encuentros con Bárbara, la sacerdotisa del culto, que ahora dirige a los
desharrapados tras el sacrificio del bandido. Las conversaciones que mantiene con
Antonio transforman al asesino de cangacerios, al mercenario contratado por el
poder para hacer frente a la rebelión popular. Comprende que está sirviendo a
perpetuar la opresión y la miseria de sus vecinos, que la causa de los sin
tierra es una causa justa. Entonces, sufre una especie de crisis moral y
comprende que sólo puede alcanzar la redención uniéndose al ejército del
pueblo. Das Mortes se pasa al enemigo, porque toma conciencia de quiénes son
los opresores y quiénes los oprimidos, negándose a acatar las órdenes del
coronel de exterminar al campesinado que se ha rebelado contra su poder.
Ante este desacato y temeroso de una nueva revuelta
campesina, el coronel contrata a un nuevo mercenario, Mata Vaca, que comanda
una especie de escuadrón de la muerte que viene
de sembrar el terror en Minas Gerais y con el que piensa exterminar a
los revoltosos que han osado a reclamar tierras y justicia.
Tras su reconversión, Das Mortes acude junto al profesor
del pueblo ante el cadáver de Coirana, que ha sido abandonado en un árbol en
una especie de metafórica crucifixión…
Allí, bajo la cruz, el profesor alcohólico y el mercenario toman
conciencia de su papel en la historia...Y se levantan en armas contra el
hacendado acompañados de los últimos restos del ejército de Coirana. Antonio das
Mortes con las armas y el maestro con la palabra. Juntos se enfrentarán al
comando de Mata Vaca y al poder del hacendado.
Podríamos considerar al film como un reflejo de la explosiva
situación sociopolítica que en aquellos precisos instantes estaba viviendo toda
Latinoamérica, un auténtico polvorín a causa del inexorable avance de los
movimientos populares guerrilleros levantados en armas contra el Imperialismo y
la opresión.
Brasil era uno de los escenarios más importantes donde se estaba
desarrollando esa lucha. Con el país sometido a la brutal represión de una dictadura
militar que sufría los embates de la guerrilla urbana y de los múltiples
grupúsculos guevaristas, así como las reclamaciones de una reforma agraria
justa por parte del campesinado sin tierra. Por tanto, es evidente que desde esta
perspectiva hipotética, la hacienda donde se desarrolla la película bien podría
simbolizar una metáfora del país y de la lucha de clases en la que en ese
preciso instante se hallaba inmerso el gigante latinoamericano.
Campesinos sin tierra y negros representarían las clases
sociales oprimidas por el poder del latifundio, personalizado en la simbólica
figura de un terrateniente ciego. Ciego ante el declive del poder de los
fazendeiros, ciego ante las reclamaciones de los campesinos sin tierra, ciego
ante el irrefrenable impulso de la historia…Pero consciente del uso de la fuerza
como mecanismo con el que poner freno a las reclamaciones campesinas. Es el retrato
de un hombre que forma parte de un mundo que se desmorona, el de la
aristocracia rural, pero que aún tiene fuerza. Por otro lado, en el filme
también tiene una gran importancia el personaje de su administrador,
representante de la clase política. Se trata de un hombre no apegado a la
violencia y partidario del diálogo y las concesiones antes de que la rebelión
campesina les lleve a perderlo todo. La vieja estrategia de las clases
dirigentes cuando se ven superadas por los acontecimientos: que todo cambie
para que todo siga igual. Por último, el personaje del maestro representaría el
papel de los intelectuales como
portavoces de la revolución, a través del recurso de la cultura y de la
educación como herramientas liberadoras frente a la opresión.
La música y los colores, sobre todo el rojo, adquieren un
papel relevante a lo largo del film. Los
tambores, la percusión africana y los cantos acompañan a Coirana y su ejército
de desharrapados cada vez que éste entre en escena. Del mismo modo, la música
sertaneja que narra, a modo de cantares de gesta, las legendarias aventuras de
los cangaceiros sirve como banda sonora
antes de los momentos más épicos de la película.
Además, todo el filme está impregnado de la fuerte religiosidad
pagana que envuelve al movimiento campesino, con sus estandartes, sus cantos y
sus sacerdotes. En este aspecto, destaca el papel del negro Antoão, pero sobre todo el
de Bárbara, la Santa o suma Sacerdotisa del culto, vestida siempre de un blanco
inmaculado…
Concluyendo, te crees que vas a pasar la tarde visionando
una película que simplemente es un western trasladado al Nordeste brasileño.
Sin embargo, rápidamente te das cuenta de que bajo la inofensiva apariencia de
un desnudo western de tono documental y conjugando misticismo, política,
folklore y arte, la película trata de algunos de los problemas más
profundamente arraigados en la sociedad brasileña. La relación entre
terratenientes y campesinos, la desigualdad y la explotación, la pobreza y la
miseria, el empleo de la violencia para sofocar las reclamaciones campesinas, el
papel de la política para perpetuar el sistema de dominación, la educación como
herramienta revolucionaria…En definitiva, la película es un fiel reflejo de la
conflictiva situación que en aquellos instantes vivía Brasil y toda América
Latina, una realidad social que irremisiblemente parecía conducir al
enfrentamiento definitivo entre explotadores y explotados.
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