lunes, 2 de marzo de 2015

LA RUMBA


El mundo del flamenco es como un universo de múltiples galaxias, cada una de ellas conformada por una gran estrella sol alrededor de la cual giran múltiples planetas y asteroides.
Muchas veces se ha comparado al flamenco con la música negra norteamericana, no en vano es la expresión musical de dos minorías étnicas discriminadas que durante mucho tiempo permanecieron al margen de la sociedad de los blancos. Las equivalencias son múltiples. El flamenco  llegó a España de la mano de una tribu nómada como la gitana, mientras que la música negra llegó a los USA con los esclavos que fueron llevados a trabajar en las plantaciones. Por tanto, si el flamenco podría considerarse el blues de los gitanos, el duende equivaldría al groove y el góspel sería la música sacra similar a lo que cantan los calé en el culto…. Pues bien, ese universo resulta totalmente desconocido para mí. Nunca me he sentido muy atraído por el “quejío”. Soy un profano en lo referido a soleás, fandangos, tarantos, bulerías, seguiriyas , tangos… y toda esa amplia gama de ramas que conforman el frondoso árbol del flamenco.
Sin embargo, existe un palo flamenco, considerado como bastardo por los puristas, al que tengo mucho aprecio y con el que disfruto cantidad. Se trata de la rumba, que continuando con el paralelismo entre música negra y gitana sería el equivalente al funk. Ritmo por encima de la melodía. Alegría y baile desenfrenado. No sé porqué será, (bueno sí que lo sé, es el jodido ritmo), pero me hace bailar. Me motiva, hace mover mis pies y me pone a dar palmas como sólo un payo sabe, esto es, a destiempo.
En definitiva a través de este paralelismo entre la cultura musical negra estadounidense y la expresión musical de nuestra querida etnia, llegamos a la misma conclusión a la que hace ya bastante tiempo llegó el Gato Pérez, “gitanitos y morenos son los ases del compás”….
Antes que nada, un inciso. La rumba como tal, es uno de los múltiples ritmos de raíz afro salidos de la fructífera isla de Cuba. Una de las pequeñas islas junto con Jamaica, otra isla afro, que más ritmos y estilos ha aportado al panorama musical mundial. La rumba cubana es tanto un ritmo musical como un estilo de baile. Para finalizar esta nota aclaratoria comentar que existen tres formas de rumba cubana: yambú, columbia y guaguancó.
Tras este pequeño paréntesis, que sirve para comprender mejor la génesis de nuestra popular rumba y su cercanía a los ritmos latinos, hay que comenzar diciendo que la rumba gitana eclosiona a finales de los años ´60 como una clara expresión del mestizaje barcelonés.  
La Ciudad Condal siempre fue una ciudad cosmopolita. En los oscuros años del franquismo era la ciudad más abierta y europea de un país encerrado en sí mismo y alejado de Europa. Su condición de puerto la convertía en la puerta de entrada de gente, modas y ritmos de llegados de todo el mundo. La rumba nace del choque de dos cálidas corrientes musicales, la mediterránea y la caribeña. Un encuentro musical reconducido por el sentir de los artistas de etnia gitana que poblaban los arrabales de Barcelona. Esto es así ya que, como indicaba anteriormente, la rumba, ese palo menor, esa hija bastarda del flamenco concebido al calor de noches tropicales, no deja de ser una peculiar fusión de ritmo afro-latino, rock y flamenco.  Una alegre y despreocupada expresión musical que te pone a bailar al ritmo de palmas, congas y ventilador, genial forma de tocar la guitarra combinando melodía y percusión.
Barcelona es la Meca, la Ciudad Santa de la rumba. Porque la rumba es Barcelona y Barcelona es la rumba. De sus barrios periféricos salió el triunvirato que sentó las definitivas bases del género: El Pescadilla, Peret y El Chacho. La paternidad del género se la disputan los tres patriarcas, pero hay que reconocer que su popularidad llegó a las masas gracias a las actuaciones televisivas de Peret. De los suburbios Ciudad Condal salieron también los primeros apósteles que predicaron la buena nueva rumbera como El Noi, Los Gitanos Polinais, Ramonet, Los Amaya…¡Ah!, y cómo olvidar a la barcelonesa saga de los Vargas, conformada por el Príncipe Gitano y su hermana La Terremoto, genial intérprete de rumba psicodélica a la que Lauren Postigo acusaba en Cantares de haberse dejado seducir por los ritmos sincopados. También surgió de las calles de Barcelona la figura del Gato Pérez, un argentino que con su Orquesta Platería combinaba rumba, salsa y jazz, demostrando que los payos también podían hacer buena música.                 
Y la rumba, como una fiebre altamente contagiosa, atravesó el país de mano de la etnia. Llegó a los barrios de todo el país a través de Los Chichos, pero ésta ya era otra rumba. Más oscura, más marginal, más a pie de calle, más torturada. Ya no cantaba a la alegría de vivir, ni al disfrute y la fiesta.
La rumba de Barcelona con su aroma latino dejó paso a la rumba de los perros callejeros, de la cárcel, la heroína, los amores fugaces y apasionados, la delincuencia y el desarraigo. La banda sonora de los descampados en los que la muerte acechaba en cada esquina en forma de jeringuilla o de bala perdida. La rumba pasó a ser la música de la marginalidad lumpen. El ritmo que impulsaba los últimos golpes del Torete y el Vaquilla, entre navajas, canutos y 124 quemando rueda.
Tras la estela del éxito de Los Chichos surgieron multitud de grupos que copiaron su estilo. Los más conocidos Los Chunguitos. Hasta Camarón, en su imperecedera Leyenda del Tiempo grabó la magnífica Volando voy, inmortal composición de otro gran rumbero, como Kiko Veneno.                         
En la historia de la rumba merece un capítulo aparte Miguel Vargas Jiménez, Bambino. El Señor de la rumba amarga. Un grandioso cantante que en sus actuaciones demostraba una intensidad, un desgarro y una pasión cantando por rumbas y bulerías canciones de desamor, traición y celos como nunca nadie ha hecho. Un maestro, un grande.
Y la rumba se hizo internacional, porque los calé, como buen pueblo nómada no entienden de fronteras. Y así saltaron a la fama en la Provenza francesa los míticos Gipsy Kings. Pero también de allí salieron Manitas de Plata y El Ricao, que rápidamente pasaron de animar las hogueras en la festividad de Sara-la-Kali, Santa Patrona de los Gitanos  en  Saintes Maries de le Mer, a actuar por medio mundo. Pero antes que los Kings, existía El Gitano Portugués, pionero de la rumba lusófona, que ya grababa discos antes de que la rumba fuera una moda.
Después llegarían años oscuros para la rumba. Se recuperaría un poco de la mano del revival protagonizado por Los Manolos y Estopa, para definitivamente volver a recobrar su raíz mestiza y su ritmo latino a través de los muchos grupos de fusión perroflautil que la han incorporado a su repertorio: Manu Chao, Ojos de Brujo, Muchachito Bombo Inferno, Dusminguet, Los Delinqüentes…
La rumba sigue más viva que nunca y si piden mi humilde opinión, de entre todas las rumbas habidas y por haber, sin dudarlo ni un instante, me quedo con la primigenia rumba catalana. 

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